Estamos asistiendo a los inicios de la verdadera transformación de la abogacía, seguramente la de mayor calado de su historia. Esta transformación es inevitable, y hasta cierto punto necesaria. El viaje que nos espera será largo y lleno de obstáculos. Debemos coger buenos asientos porque vienen curvas: pasaremos del concepto decimonónico del sector al concepto empresarial 2.0, casi de golpe y sin digestión. Casi nada.

En este contexto venidero se habla mucho acerca de la excelencia del profesional, de la necesidad que sea altamente especializado y capacitado. Todo ello cierto y realmente indispensable. Ahora bien, ¿nos hemos preguntado cómo será su líder o director?

A mi modo de ver, el líder del despacho deberá cumplir con lo que me he atrevido a bautizar como la “TRIPLE A”: A (de actitud), A (de aptitud) y A (de abnegación al trabajo). En efecto, en un entorno como el que llega, estas vocales no sobran, estoy seguro de ello.

La A de ACTITUD. Según mi punto de vista, la actitud deberá ser la primera premisa a tener en cuenta por el líder del despacho del futuro. La experiencia previa en el sector, por sí sola, no será garantía segura de liderazgo. El líder deberá ser una persona con clara visión emprendedora. Donde otros ven obstáculos el verá oportunidades para el desarrollo del proyecto. Muy atento siempre a las circunstancias del entorno y del sector, no temerá al reto constante que le generará una profesión en pleno cambio, y tampoco temerá asumir ciertos riesgos.

El líder deberá tener visión estratégica, capacidad de proyectar el despacho a medio plazo, resituarse y replantearse las cosas a menudo, una y otra vez, porque allí radicará la clave de la evolución de su equipo, saliendo constantemente de la zona de confort. La evolución debe ser prolongada en el tiempo, cualquier detención puede provocar la pérdida de oportunidades. Y para ello, el líder deberá ser una persona dinámica, resiliente, flexible, de mente abierta y positiva, con un marcado carácter proactivo.

Las dotes relacionales y comerciales, tanto con compañeros del despacho, como con clientes y colaboradores, ayudarán a crear su marca personal. Esto permitirá forjarse su impronta y ganarse el respeto del entorno. No será valorado por lo que dice, sino por lo que hace, y sobre todo por cómo lo hace (valores, visión, coherencia entre lo dicho y lo hecho, etc.). La capacidad para saber transmitir su proyecto al resto, implicarlos en el mismo, buscando siempre el beneficio común, será otro de los mayores retos que deberá afrontar todo líder del despacho del futuro.

En segundo lugar, la A de APTITUD. A mi modo de ver, el líder deberá tener un profundo conocimiento del derecho, más allá de su propia especialidad. Dirigir un equipo de profesionales altamente cualificados, máxime si se trata de un bufete con distintas especialidades, requiere disponer de una visión global y transversal del derecho. El líder debe ser capaz de exigir lo máximo a su equipo. Para ello deberá ser sumamente exigente con su propio conocimiento y habilidades técnicas. Tener la capacidad de saber orientarse e interrelacionar las distintas materias del derecho, estando al día de las novedades más trascendentes, formándose y nutriéndose de información constantemente le permitirá ganar expertise, credibilidad y confianza. Todo ello para poder estar al nivel de la exigencia y competitividad imperante.

Y si además el líder tiene también la condición de socio director del despacho no sólo deberá mostrar aptitudes para el derecho, sino un conocimiento profundo del sector legal en general y sus tendencias. Ello también es conocimiento y forma parte del núcleo duro de la misión, visión y estrategia empresarial que deberá transmitir a su organización.

En tercer lugar, la A de ABNEGACIÓN. El líder del futuro deberá estar “enchufado” al proyecto constantemente y esto sólo se consigue con pasión por lo que se hace y compromiso con el proyecto y ante todo con sus resultados. Transmitirá ilusión, ganas, respeto por el trabajo bien hecho e inflexibilidad con el trabajo mediocre. El líder, en mi opinión, estará muy pendiente de la evolución de su equipo. Los logros siempre serán compartidos, nunca hablará en primera persona del singular sino en primera persona del plural.

En definitiva, el líder del futuro deberá pensar en todo un ecosistema que surgirá a su alrededor, y para el cual deberá ser un abnegado profesional, donde la base, como todo en la vida será la de siempre: disfrutar con lo que uno hace en todo momento, gozando del camino e implicándose al máximo con los retos a conseguir.